Al momento en que Varela fue diagnosticada, rompió en llanto por la incertidumbre de no saber cómo sería el futuro de su familia. En aquel momento su hija tenía cinco años y tanto ella como su esposo trabajaban para costear las necesidades de la pequeña Sofía.
“Mi vida cambió radicalmente después del diagnóstico. Ese día para mí fue devastador, lloré 15 minutos sin parar, hablé con papá Dios y le pedí que me ayudara a salir de la enfermedad. Después de eso tuve que ‘ponerme los patines’ e investigar sobre la enfermedad”, relató.
En noviembre de 2014 inició las quimioterapias, pero el tratamiento se complicó cuando se enteró de que necesitaba cinco medicamentos para completar el protocolo y que en la farmacia de Alto Costo del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) no los entregaban completos.
Varela fue operada en abril de 2015, pero siguió recibiendo varios tratamientos. “Para esa fecha todo era horrible. Cada vez era más difícil hacerse exámenes y comprar medicinas, incluso la atención que te dan las personas en los centros de salud fue cambiando”, sentenció.
“En una oportunidad estuvimos muy endeudados y temía no poder hacerme los tratamientos a tiempo. Tanto mi familia como la de mi esposo nos ayudaron. Ese apoyo fue invaluable porque el cáncer no espera. Si se retrasaba el tratamiento, toda mi recuperación iba a cambiar”, indicó Varela.
La paciente le da mucho más valor a cosas que antes ignoraba, como pasar un día de descanso o salir a pasear con su familia. Explicó que vecinos, amigos y familiares la acompañaron en la enfermedad, pero no puede evitar sentir preocupación por aquellos que no tienen esa suerte. “Ese instinto me llevó a hacer otro tipo de cosas y la vida me puso a ángeles en el camino con la misma necesidad de ayudar”.
Actualmente, Mildred Varela es la vicepresidenta de la Asociación Civil Conquistando la Vida (Aconvida), una organización no gubernamental orientada al apoyo y acompañamiento de los pacientes oncológicos y pediátricos.
“Es muy importante que personas con la misma condición que tú te digan que puedes salir adelante como ella lo hizo”, señaló.
Varela fue víctima de un percance cuando recibía radioterapia: la máquina de la clínica donde era atendida se averió y todos los que acudían a hacerse tratamiento en ese lugar quedaron sin medicación. En la sala de radio conversó con dos pacientes la posibilidad de hacer una denuncia en busca de soluciones.
Acudieron a la Defensoría del Pueblo y los trabajadores del organismo supervisaron el lugar. El resultado que consiguieron fue una indemnización y un traslado a otro centro de salud. Al darse cuenta de que podían lograr una diferencia sin necesidad de esperar que todo se resolviera solo, decidieron crear la ONG.
“Como fundación participamos en varias protestas porque es una nueva posición que deben tomar las organizaciones. La escasez de medicinas afecta a demasiadas personas, por eso no nos podíamos quedar callados”, expresó.
En 2016 la Coalición de Organización por el Derecho a la Salud y la Vida (Codevida) convocó a sus organizaciones aliadas para protestar en rechazo a la escasez de fármacos. Esta manifestación marcó un antes y un después en Mildred.
Las manifestaciones se desarrollaron en distintos lugares de Caracas y el resto del país y, contrario a lo que esperaba la organización, tuvo la cobertura mediática suficiente para que los sectores políticos nacionales e internacionales reaccionaran ante la emergencia sanitaria de Venezuela.
“Los niños no han sido ajenos a la crisis de salud, pues, además de ser más vulnerables de padecer una enfermedad, también deben lidiar con la falta de medicinas, insumos, atención médica y hasta alimentos.
La relación que tiene Mildred Varela con el J. M. de los Ríos inició con una visita que realizó a la nieta de una paciente de cáncer de mama. La pequeña Daniella estaba hospitalizada por un tumor alojado en su cerebro. Al conocer la condición de la niña, varios integrantes de la fundación asistieron al recinto y le llevaron cuadernos y colores para que pintara mientras esperaba por sus tratamientos.
“La situación en el hospital de niños es muy dura. En las primeras visitas logramos llevar donaciones, pero las condiciones del hospital son muy precarias. Después de eso no pude dormir tranquila pensando que todos esos niños estaban en condiciones inapropiadas”.
“Donaciones de ropa, comida, juguetes e insumos llegaron a sus manos cuando todos sus conocidos se enteraron de la labor que estaba haciendo.
“En el hospital las historias son increíbles. Hay cosas que me preocupan mucho ¿Cómo un niño puede estar hospitalizado seis meses esperando una operación? Un niños enfermo tres días se aburre, imagínate seis meses”, reflexionó.
Narró que le cuesta mucho volver a su casa y comer cuando tiene en la mente a aquellos niños que no reciben desayuno o almuerzo en el hospital. “¿Cómo puedo comer sabiendo que esas familias pasan tantas necesidades? La primera vez que fui no pude dormir en tres días. No me parece justo que esas mamás pasen días sin comer porque tienen que comprarles una inyectadora a sus hijos”, lamentó.
Para Varela el miedo es algo inevitable, pero está más relacionado con la incertidumbre de no saber si el día de mañana ella o algún conocido tenga una complicación de salud que no pueda ser atendida.
La aspiración más grande de esta paciente es que todos los ciudadanos comprendan que deben poner de su parte y que deben exigir sus derechos. “El gobierno tiene una gran responsabilidad, pero nosotros también debemos hacer un país mejor. Lo que está pasando no es un castigo de Dios, es la consecuencia de errores humanos de aquellos que están en el poder”, concluyó.